29 de enero de 2016

Que lamo savia

En la línea nueve.


Echo de menos el peso de tu cuerpo sobre el mío. De tu aliento sobre el mío.

Echo de menos tus huesos clavándose en los míos. Tus besos clavándose en los míos.
A veces, pienso en la cicatriz sobre tu ceja. A veces, recuerdo la tinta sobre tu piel.

Y siempre recuerdo tu sudor en mi lengua, tu sal entre mis piernas. 

A veces, me pongo de puntillas y extiendo los brazos para pensar que puedo volver a tocar estrellas, que puedo fabricar universos, que puedo transformar el día en noche con sólo cubrirnos con una sábana.
Cubrirnos. A mí y a los fantasmas de cosas pasadas que ocupan hueco en mi cama. Que me soplan frío en la nuca. Que me hielan la tripa. Que me anudan la espalda.

A veces, sueño con abrazar el bosque. Que lamo savia. Que me desnudo para acurrucarme en raíces y sombras.
Porque soy una rama a punto de romperse. Que la nieve se va agolpando en mí. Que la lluvia abre caminos en mí. Que el viento se agita en mí. 

La nieve se acumula. Cras. Cras. Estoy a punto de romperme. Cras. Cras. El peso de la nieve en la rama. Cras. Cras. El peso de tu cuerpo sobre mí.

Ven, que lama tu savia. 

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